Los motivos de descontento de los manifestantes son variados. No sólo se trata de los planes de desarrollo en Gezi. Otro motivo es lo que califican de islamización e intromisión en el estilo de vida turco, como la reciente prohibición de vender bebidas alcoholicas, la intención de prohibir el aborto o la construcción de una mezquita gigante en Estambul.
Durante todas las protestas, Erdogan se ha mantenido firme en sus posiciones. Llamó a los manifestantes "vándalos" y "terroristas" y el martes le dijo al Parlamento que el movimiento es una conspiración internacional contra Turquía para desestabilizar su economía.
A pesar de las protestas contra Erdogan, que han generado imágenes como esta en Ankara, el primer ministro todavía cuenta con una importante base de apoyo, principalmente conservadora y religiosa. Ellos apoyan a un primer ministro que ha ganado tres elecciones y que, entre otras medidas, lanzó un proceso de paz con la minoría kurda.
El miedo es que aumente la división entre esas dos facciones -los simpatizantes de Erdogan y sus detractores- y ésta lleve a Turquía a una especie de parálisis.
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